
Redactado por: Geraldine Imbett
Dirección de Comunicaciones y Reputación Institucional
En el marco de la Semana Mundial del Agua, desde la Escuela de Ciencias Humanas y la Escuela de Ciencias e Ingeniería se abre la reflexión desde distintas miradas: la cosmovisión de las comunidades indígenas, la voz de los estudiantes, el conocimiento científico y la experiencia docente.
El agua como madre y espíritu
Para el pueblo Misak, el agua no es un recurso. Es madre, origen y espíritu. Jorge Velasco, estudiante de la Escuela de Ciencias Humanas y miembro de esta comunidad, comparte:
“El agua no es solo un recurso, sino un espíritu vivo, un elemento central de nuestra cosmovisión que representa la vida, la conexión entre todos los seres y el origen mismo de nuestro pueblo”.
En la tradición Misak, el agua está ligada al nacimiento de los primeros seres, descendientes de dos grandes lagunas. Por eso se nombran a sí mismos pi urek, hijos del agua. Desde esa mirada, el cuidado del agua no es un acto técnico, sino una forma de vida, sembrar árboles, dejar descansar la tierra después de cultivarla, cuidar los ríos como espacios sagrados, entendiendo que cuidar el agua es cuidar a la madre que los trajo al mundo.
La ciencia acompaña esta visión con datos contundentes: todo lo que vive está hecho de agua. Un jaguar o un ave pueden tener entre un 60% y 75% de agua en su cuerpo; el mangle rojo, hasta un 90% en sus hojas. La vida entera late gracias a este equilibrio invisible, que nos recuerda que cuidar el agua es cuidar a todos los seres que dependen de ella, incluyéndonos.
El agua como milagro cotidiano
La profesora María Viviana Granados León, de la Escuela de Ciencias Naturales e Ingeniería, también comparte una experiencia que transformó su manera de pensar el agua. Un día, su sobrino le dijo: “El agua es un milagro”. Ella lo cuenta así:
“Me quedé pensando y comprendí que tenía razón: somos agua, las aves, los animales, todo lo vivo lo es. El agua es milagro porque nos mantiene vivos.”
Ese asombro, que la ciencia confirma y las comunidades viven en su cotidianidad, nos invita a mirar el agua con otros ojos, no como una sustancia inerte, sino como un ser que nos acompaña y nos sostiene.
Colombia es reconocida como uno de los países más ricos en agua en el mundo. Sus páramos —los ecosistemas de alta montaña que producen agua dulce— son únicos y esenciales para la vida. Los ríos Magdalena, Cauca, Amazonas, Orinoco y Atrato, entre muchos otros, son auténticas venas que recorren el territorio y nutren la tierra, las selvas, las ciudades y a sus habitantes.
Pero esa riqueza hídrica también enfrenta amenazas: la deforestación, la minería ilegal, la contaminación y el cambio climático ponen en riesgo no solo a los ecosistemas, sino a las comunidades que los habitan y que desde hace siglos han desarrollado formas sostenibles de cuidado y respeto por el agua.
Honrar el agua
En este contexto, la Semana Mundial del Agua no puede quedarse en un llamado al “ahorro” desde la llave, sino que debe ser una invitación a honrarla en múltiples dimensiones:
- Pensar el agua como un ser vivo.
En la cosmovisión Misak, somos pi urek (hijos del agua). Tratarla como madre y origen es el primer paso para dejar de verla como un objeto de consumo. - Escuchar a las comunidades.
Ellas han sido guardianas del agua desde tiempos ancestrales. Sus prácticas —sembrar árboles, dejar descansar la tierra, proteger los ríos— son ejemplos de reciprocidad con la naturaleza. - Aprender de la ecología del agua.
La ciencia muestra que cada ser vivo depende del agua de manera única. Reconocer esta interdependencia nos recuerda que al protegerla, preservamos la vida entera. - Respetarla en lo cotidiano.
Honrar el agua se refleja en acciones concretas: proteger nacederos, cuidar páramos, sembrar vida alrededor de los ríos y entender que cada gesto diario suma en su preservación.
El agua no es ajena. Es nuestro propio reflejo, la sangre de la tierra, la memoria de los pueblos y el sustento de cada especie. Pensar el agua como madre y no como recurso nos transforma, nos enseña a cuidarla como cuidamos la vida, porque al final, nosotros también somos agua.
La Semana del Agua es una invitación a pensar en el agua desde la conexión: conectar con ella, que habita en cada uno y en todo lo que nos rodea. Conectar con el agua es conectar con nosotros mismos.