Gil Colunje, un panameño en la historia de Colombia
Humilde fue su origen, y se ha elevado en su Patria, en medio de los más grandes, sin duda porque todos comprenden que no hay ejecutoria semejante al talento ni blasón más aristocrático que la virtud acrisolada. Juan de Dios Uribe[1].
Nombre breve, de sonoridad extraña, identifica un personaje de biografía también exigua. Una figura que se ha ido desvaneciendo en la historia política nacional, de brillo hace poco más de un siglo. El Liberal Ilustrado[2] reprodujo en su tapa el retrato del personaje, más un texto biográfico y una muestra de su prosa.
Oriundo de Panamá, “este compatriota nuestro” nació el primero de septiembre de 1831. Hizo allí las primeras letras en el Colegio Provincial, luego los de Jurisprudencia en el Rosario.
Desde muy temprano colaboró en la prensa para El Panameño, El Neogranadino, El Pasatiempo, El Pensamiento y El Centinela. En 1854 y con veintitrés años, llegó al Senado en calidad de suplente. En la revolución del 17 de abril, formó en el escuadrón Guías, del general López. Además de la política y el periodismo, sacó tiempo para hacer versos, entre ellos El canto del llanero y Al Tequendama. Vuelto a su tierra, participó en la convención constituyente de 1855 y en las asambleas del periodo 1856-60, donde se aprobó un código civil de su autoría. Para Colunje, la obra no era más “que el Código civil cundinamarqués liberalizado”.En 1858 y 59, le correspondió representar a su Estado en el Congreso. En tiempos de exaltación federalista, Colunje combatió con éxito la idea de que los derechos individuales eran competencia de los Estados y no de la Nación. Por esa época, escribió para El Tiempo, el de Murillo Toro. En 1861, se opuso y disolvió un movimiento separatista del Istmo. Luego, encabezó una revolución que lo llevó al poder local, en 1865. Elegido magistrado de la Corte Suprema Federal, empleo que sirvió en el periodo 1868-72. En la segunda administración Murillo, 1872-74, fue designado secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores. El presidente Pérez lo llamó a la Dirección General de Instrucción Pública, puesto que sirvió poco tiempo por su elección para rector del Colegio del Rosario, en 1875. Fue rector y catedrático de Ciencia constitucional, que le interesaba por “ofrecer terreno en qué sembrar y cultivar el amor a la República, única forma de Gobierno, en su sentir, compatible con la dignidad humana”.
Este grabado, de procedencia panameña, es de las pocas imágenes del personaje.
¿Colunje rosarista?
No hay, por ahora, testimonio documental del paso de Colunje por las aulas del Colegio[1]. Sin embargo, debemos darle crédito cuando él mismo, ante el cadáver del general Daniel Delgado, afirmó:
Y ríndole homenaje igual como Rector que soy del Colegio del Rosario, en los bancos de cuyas aulas nos sentamos juntos un día, no precisamente por haber él alcanzado como Gobernador de Cundinamarca y por ministerio de la ley, el honor altísimo de patrono del ilustre Instituto que tantos ciudadanos eminentes ha dado a la Patria, sino porque, habiendo bebido allí las primeras grandes inspiraciones de su alma, supo obrar en conformidad con ellas cuando llegó la sazón de guiar por ellas sus actos[4].
Los biógrafos colombianos de Colunje han estado errados en el dato de su llegada a Bogotá. Para comprobarlo, bastaba con acudir a una biografía panameña[5] del personaje. Veamos el recuento de sus primeros años:
Hizo los estudios primarios en la escuela del barrio San Felipe, de la capital, donde adquirió su característica bella letra. Los secundarios, luego, los cursó en el Colegio Provincial, fundado por el padre Juan José Cabarcas[6], el primero de enero de 1834. Allí tuvo “estudios preparatorios de literatura, filosofía y ciencias políticas”. Este periodo formativo quedó trunco por la clausura del instituto, en 1849. Los perjudicados de la medida se reunieron en una sociedad, Los Deseosos de Instrucción, que incluso produjo una publicación periódica[7]. En seguimiento de ese deseo, marchó Colunje a Bogotá, patrocinado por don Gabriel de Obarrio. En el Rosario, “comenzó estudios de jurisprudencia bajo la hábil dirección del doctor José Arosemena”[8]. Fueron sus maestros Ramón Gómez, Antonio María Pradilla, Ricardo de la Parra y Francisco Javier Zaldúa.
Gólgotas en el Rosario.
La juventud universitaria, como se sabe, estaba activamente politizada. Veamos el contexto en que se movió Colunje y su alma mater:
Era Colunje huésped aun del Colegio del Rosario cuando, en 1853, el gran partido liberal, que había fundado Francisco de Paula Santander a raíz de la consolidación de la independencia de la Nueva Granada, se dividió en dos grandes grupos por exceso de vitalidad y abuso de su preponderancia en la vida de Colombia. Fué así como surgieron las facciones de radicales extremistas o "draconianos", partidarios de las medidas coercitivas y violentas, como lo indica el apodo con que se les distinguió, alusivo a aquel inexorable Dracón, arconte de Atenas, célebre por la rigidez y crueldad de su gobierno, y los liberales moderados o "gólgotas", partidarios del régimen de la razón y del respeto al derecho ajeno.
Colunje, como toda la pléyade de jóvenes estudiantes de los claustros del Rosario, se lanzó a la política, uniéndose a la agrupación de los "gólgotas". A este partido pertenecían Florentino González, Tomás Herrera, Manuel Murillo Toro, José de Obaldía, Francisco Eustaquio Álvarez, Ezequiel Rojas, Justo Arosemena, Rafael Núñez, Salvador Camacho Roldán, José María Samper, Mateo Iturralde y otros tantos ciudadanos ilustres.
Cuando estalló la revolución del 17 de abril de 1854[9], fue disuelto el Congreso, preso el presidente Obando y clausurado el Colegio del Rosario, hasta 1855. Colunje y otros condiscípulos (como Rafael Pombo) tomaron las armas en defensa de la legitimidad. El panameño militó en el escuadrón Guías del general López, a órdenes del teniente coronel Clodomiro Ramírez, en quienes reconoció el general Mosquera “los ciudadanos más meritorios de Colombia que, incorporados al ejército, animaban al soldado con su ejemplo, tanto para soportar las fatigas y penalidades de la campaña, como para arrostrar con serenidad los peligros del combate”. El combate más importante en que participó Colunje tuvo lugar en Tres Esquinas de Fucha.
No duró mucho el servicio de Colunje, pues a fines de septiembre asistió al Congreso, reunido en Ibagué y con presencia del vicepresidente Obaldía. Las sesiones produjeron los siguientes resultados: acusar ante el Senado al presidente Obando “por su escandalosa conducta antes y después del 17 de abril”, castigar a los responsables del motín, reconocer la conducta del vicepresidente Obaldía y tributar honores “a los revolucionarios que murieron defendiendo la legalidad”[10]. Cuando volvió el país a la normalidad, al régimen constitucional, volvió también Colunje a Bogotá, de nuevo como representante por Panamá, en 1855.
Se consolida la figura política del joven panameño, colaborando en El Tiempo y cultivando la amistad del líder Manuel Murillo Toro. Aquí se hace un paréntesis en su biografía, consistente en su regreso al Istmo, en el periodo 1855-58.
Acta de Consiliatura con el escrutinio de votos para elección de consiliarios.
Un rector panameño.
Tiempo después y en la segunda administración Murillo (1872-74), se le nombró secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores. En la Cancillería colombiana, su más alta gestión tuvo que ver promover ante España la independencia de Cuba, con la Circular de veinte de septiembre de 1872. Al mismo tiempo, Colunje fue distinguido en el Rosario como consiliario segundo (1872) y primero (1873)[11].
Cuando el Gobierno pasó a manos del Dr. Santiago Pérez, se le nombró director general de Instrucción Pública. Antes de un año en el empleo, fue elegido rector del Rosario[12], donde al mismo tiempo ocupó la cátedra de Ciencia constitucional, “materia de su predilección en el campo del derecho, por convicción de que sólo los gobiernos constitucionales son compatibles con la dignidad humana”.
Un rosarista de esa época, el Dr. Belisario Porras[13], hace memoria del personaje:
Mi interés político y mi interés por los hombres públicos, nació entonces, y algunos años después, cuando fui a estudiar a Bogotá, mi mayor deseo y mi mayor emoción al realizarlo, después de ver y abrazar a mi padre, fue ver a Colunje y abrazarlo también. Era entonces magistrado de la Corte Suprema, y mi padre me llevó a verlo. Se encontraba todavía soltero y recuerdo que vivía modesta y austeramente, en un cuarto de la casa que ocupaba con su familia en el camellón de La Concepción el general Emigdio Briceño. Me tomó de la mano y me la estrechó, tratándome ya de amigo. Me habló del frío de Bogotá y de las precauciones que debía tomar, y luego se entretuvo con mi padre acerca de mi educación. Fue él quien decidió que mi padre me colocara, no en el Colegio de Concha, ni en el de Marroquín -conservadores amigos de mi padre-, sino en la Universidad Nacional. Fue él quien se interesó vivamente, luego, en mi aprendizaje de la Ciencia constitucional, de la cual fue un sabio profesor cuando era al mismo tiempo Rector del Colegio del Rosario, y fue él quien se interpuso entre mi padre y yo cuando ocurrieron en mi carrera de estudiante incidentes, como el de la excomunión del Arzobispo de Bogotá en contra de los estudiantes de San Bartolomé, entre quienes figuraba yo.
Años después, al regresar yo a Bogotá con el fin de terminar mis estudios que había tenido que suspender a causa de la revolución, lo encontré ya casado. Su vida seguía siendo tan austera, modesta y sencilla, como cuando le conocí ocupando un cuarto de la casa del general Briceño. Por ese tiempo me trataba con toda seriedad, como si yo fuera su igual. La dignidad del hombre se reflejaba sobre todos los demás, a quienes trataba, jóvenes o viejos, con igual e inalterable sencillez. A veces me encontraba en la calle y se complacía en seguir conmigo por el mismo camino, preguntándome de Panamá, a la cual recordaba con amor, con nunca desfalleciente curiosidad.
Como era amigo de mi casa y la visitaba frecuentemente, allí tuve ocasión de apreciar sus quilates. De mi padre era amigo personal, pero de mi cuñado era amigo personal y político. Como ambos eran amigos del doctor Manuel Murillo Toro y del doctor Felipe Pérez, y ambos frecuentaban mi casa, fue allí donde se iniciaron muchos nombramientos nuñistas. Allí se acordó que Murillo iría una vez al Senado en silla de manos, con todo y la enfermedad que ya le aquejaba, para utilizar su voto. Allí donde oí referir como el general Mosquera había conseguido que Murillo le ayudaría para ser Presidente del Senado la última vez que fue sentado en el umbral del zaguán, envuelto en una capa. Sorprendido Murillo, apenas pudo preguntarle: "General, usted aquí?"-"Sí"-le contestó-"aquí me tiene. He venido a pedirle el voto para ser mañana Presidente del Senado." Era imposible rehusárselo. Allí también se le marcó rumbo en muchos casos al Partido Liberal. Por todo esto puedo dar fe de que Colunje era el hombre de la convicción. Sin alterarse afirmaba su parecer y su determinación inclinaba a los demás. Murillo era el jefe indiscutible que daba las conclusiones. Felipe Pérez era el de la ilustración, estratega chispeante; pero Colunje era la firmeza. Cuando había alguna vacilación, él era quien alentaba con su fe. Era hombre de virtudes insospechables. Austero, sencillo y modesto, no reía casi nunca y, sin embargo, inspiraba simpatías muy hondas[14].
Luego de dilatada vida pública el Dr. Colunje pasó los últimos años dedicado al ejercicio de la abogacía, asociándose primero al Dr. Demetrio Porras, luego con el Dr. Luis A. Robles, en 1890. Murió en la población de Tabio (Cundinamarca), el seis de enero de 1899. Su cuerpo fue trasladado a Bogotá para celebrarle exequias en San Francisco. Los elogios fúnebres corrieron por cuenta de los señores Salvador Camacho Roldán, Rafael Pombo, José Benito Gaitán, Max Grillo, Alejandro Torres Amaya y Benjamín Córdoba. Sus restos fueron repatriados a Panamá, en 1917.
[1] Citado por Luis A. Robles, Gil Colunje. El Liberal Ilustrado, tomo III número 1172-22, noviembre 21 de 1914.
[2] El Liberal Ilustrado, tomo III número 1172-22, noviembre 21 de 1914.
[3] Colunje presentó tres exámenes en las cátedras siguientes: del Dr. Patrocinio Cuéllar, Ciencia constitucional; del sustituto Antonio del Real, Derecho internacional y Economía política. Gaceta oficial. Año 22, n. 1582; Bogotá, jueves 11 de agosto de 1853.
[4] Colunje, G. (1914). Ante el cadáver del General Daniel Delgado. El Liberal Ilustrado, 3(1722-22), 342-43. Luis Robles, autor del boceto biográfico de Colunje, afirma lo mismo. Por fin, Daniel del Pilar Delgado se recibió de colegial del Rosario el 27 de marzo de 1852, lo que señalaría que la llegada del panameño al Rosario pudo darse antes de lo que suelen afirmar sus biógrafos.
[5] Susto, J. Eliet, S. (1931). La vida y la obra del Dr. Gil Colunje. Panamá: Imprenta Nacional.
[6] Cabarcas González y Argüelles, Juan José. San José de Puerto Alegre, Cartagena de Indias (Colombia), 27.III.1774 – Panamá, 15.IV.1847. Bachiller en Filosofía, licenciado en Cánones, doctor en Teología, miembro del cabildo catedralicio de Panamá, diputado por Panamá en las Cortes de Cádiz, fundador del Seminario de Panamá y del Colegio del Istmo, obispo de Panamá. Real Academia de la Historia. Historia hispánica.
[7] Allí publicó el joven Colunje, por entregas, La virtud triunfante, uno de los primeros intentos de novela en el Istmo. Cf. Margarita Vásquez Quirós: Josefina, de Julio Ardila.
[8] Juan José Arosemena y Lasso de la Vega, nacido el cinco de mayo de 1784 en Panamá. Colegial en 1803, bachiller en Filosofía en 1805. Consta que fue maestro de ceremonias. Cf. Guillén, 2006.
[9] La revolución o golpe de Melo se produjo en un periodo conocido como “revolución de medio siglo” (1847-58), promovidas por el liberalismo. El general Obando fue elegido presidente en 1853 y ese año se aprobó una nueva Constitución que consagraba el federalismo, la libertad de cultos y el sufragio universal masculino. Obando no estaba de acuerdo con el menoscabo del poder central, la reducción del Ejército ni el discurso socialista. Por ello, el golpe de Melo, interpretado como defensa del Ejército y del poder central, apelando a la base popular, halló un presidente ambiguo que al final no asumió el poder que los revolucionarios le ofrecían. Cf. Melo, J. (2017). Historia mínima de Colombia. Madrid: Turner – El Colegio de México.
[10] Despista un poco el uso de “revolucionarios” en la frase, pues no se refiere a Melo y los golpistas, sino a los defensores de la legitimidad o “constitucionales”.
[11] AHUR, vol. 132 ff. 51 y 96.
[12] Este periodo rectoral será materia de una entrada independiente.
[13] Presentó Informaciones y vistió la beca el quince de agosto de 1873. AHUR, caja 112 ff. 1109-12.
[14] "Mi Filiación al Liberalismo I (el Dr. Gil Colunje)". Ensayo escrito por el Dr. Belisario Porras, publicado en 1931.