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Araújo y Bermúdez, maestros de Jorge Eliécer Gaitán

Araújo y Bermúdez, maestros de Jorge Eliécer Gaitán

El descubrimiento de una matrícula del joven Gaitán nos ha puesto a indagar más sobre el periodo formativo del destacado político liberal.

Es común fijarse en la educación superior de un personaje destacado, dejando en la sombra los primeros años de su formación. En el caso de Gaitán, como en otros, no debemos contentarnos con señalar sus estudios en la Universidad Nacional, menos cuando existen escritos suyos sobre dicha época de su vida. Iniciemos con una cita:

Lleva cada hombre dentro de sí el recuerdo de sus años escolares con culto de veneración. Y día por día, lejos de oscurecerse o disiparse las imágenes, vanse grabando con mayor intensidad y llegan a formar una especie como de segunda naturaleza. Se diría que aquellas reminiscencias hacen parte de la personalidad física. Al hablar así vienen a mi memoria miles de episodios y anécdotas que pretenden entristecer mi natural alegría, avivada hoy con el acto de soberana justicia que se os tributa. Pasan en fila por mi mente, como en un maravilloso cinematógrafo, las figuras de mis condiscípulos y todos como que se me acercaran para dar una firme aprobación a mis palabras y con sus puros sentimientos de niños -que así los veo aún- dícenme de la gratitud que os guardan y del incomparable concepto que le merecéis[1].

Así se expresaba el Dr. Fabio Hernández en el homenaje a Simón Araújo, su maestro. A esta etapa de su vida y a sus maestros también dedicó unas páginas el Dr. Jorge Eliécer Gaitán.

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Dr. Simón Araújo. (1930). La Acción Escolar. Órgano de la asociación de maestros y profesores, 5, 131.

Gaitán y los educadores

Como discípulo grato y a propósito del onomástico de su maestro, Gaitán dedicó dos páginas a reconocer la obra de don Simón Araújo. Como personaje de orden nacional, lo pone a la altura de “Ezequiel Rojas y Eustaquio Álvarez, de Rojas Garrido y de Santiago Pérez, de los Mallarinos y de Pinzón, de los Arrietas y de los Contos, de los Murillos y de los Ospinas”. Es decir, un panteón de educadores liberales, con algunos conservadores.

“En nada”, respondía Araújo[1] cuando se le preguntaba si era doctor en algo. Se inclinaba por la Medicina, pero su familia se lo impidió y lo puso en Derecho, que cursó sin graduarse; algo estudió de Ingeniería en Alemania. Como liberal nuñista, fundó los periódicos La Nueva Era y El Orden. Fue telegrafista, con apenas trece años, nombrado por el propio Murillo Toro. Desempeñó puestos públicos en el Estado de Cundinamarca, en la administración del general Daniel Aldana. Como presidente de la Cámara de Representantes, se opuso a un proyecto de ferrocarril de Núñez, con la consiguiente separación política. En el exilio, pasó por Alemania y Panamá, donde se hizo institutor (y perdió su familia)[2].

Como respuesta al modelo oficial de educación, a fines del siglo XIX se fundaron colegios particulares liberales, entre ellos la Escuela Ricaurte, el Colegio Ramírez-Liceo Mercantil y el Colegio Araújo, fundado en 1890. El joven Gaitán ingreso allí gracias a una beca, gestionada por sí mismo:

El hecho de relatarle que me animaba un ambicioso deseo de estudio y de preparación me conduce a evocar la mañana aquella en que llegué, entre tímido y audaz, a pedirle al doctor Simón Araújo me recibiera en forma gratuita para poder hacer mis estudios secundarios, a lo cual accedió aquel inolvidable ciudadano[3].

No solo ocurrió allí el estudio regular del bachillerato, sino que participó de la sociedad literaria Jorge Isaacs, idea de Araújo y del profesor Roberto Mac-Douall. Allí conoció Gaitán las posibilidades de la oratoria y de las agrupaciones políticas.

El otro institutor que mereció gratitud de Gaitán fue Martín Restrepo Mejía (1861-1940). Mejía se vinculó a la dirección de escuelas desde 1878 y en unión de su hermano Luis publicaron manuales[4], según el método pestalozziano. Vino a Bogotá y en 1912 fundó el Colegio de su nombre, que funcionó por una década, administrado por Elisa Arboleda, su esposa. Allí obtuvo su grado de bachiller Gaitán, en 1919.

Gaitán solía recordar sus días de universitario, “en los patios del Capitolio hasta la medianoche, para tornar comenzada la mañana, al Parque Santander, o a los románticos claustros de Santo Domingo a continuar la tarea”. Sus catedráticos eran Holguín y Caro, José Alejandro Bermúdez, Abadía Méndez, Cadavid, Félix Cortés, Pérez “y tántos otros hombres eminentes”. Dos de ellos vinculados al Rosario: el Dr. Abadía Méndez, abogado y catedrático del Colegio; y el Dr. Bermúdez, catedrático. Al último lo escogió Gaitán como director de su tesis Las ideas socialistas en Colombia, “uno de los hombres más contrarios a su ideología”[5]. Afirmaba de Bermúdez que "es el sacerdote virtuoso de verdad. [...] tiene la virtud varonil y cierta de quien conoce su deber y lo practica. De ahí el placer con que a su clase concurro y el fervoroso cariño que al Doctor Bermúdez profesa este pobre don Cástulo, a quien aburre la vejez de sus veinte años"[6].

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José Alejandro Bermúdez. Revista del Rosario, 33(320-21), 238-39.

El Dr. Bermúdez gozó del respeto de Gaitán, al punto de elegirlo presidente de su tesis de grado[7]. Al Dr. Bermúdez lo tenemos presente como el candidato favorito de los estudiantes para la elección de rector en le Colegio del Rosario, en 1930[8].

Apéndice. Dos escritos de Gaitán sobre Simón Araújo[9].

SIMÓN ARAÚJO

Mañana se cumple el onomástico de este ilustre ciudadano. Los que como nosotros somos sus discípulos, los que más de cerca hemos recibido sus sabias enseñanzas, los que desde los bancos del estudio hemos admirado toda la grandeza de sus virtudes, no podemos callar en este día. Un vivo calor de entusiasmo, un arranque espontáneo de gratitud, una sincera admiración del saber nos hacen salir del silencio, para colocar una rama de verde laurel sobre la frente del varón inmaculado.

No venimos a rendir hoy en día nuestro tributo de admiración, ni al político, ni al estadista; venimos a hacerlo como sus discípulos con el maestro, con este título que los abarca a todos y que hace del nombre de Simón Araújo una como aurora a donde afluyen todas las aspiraciones de la Patria.

La elocuencia, la austeridad de sus costumbres, el talento, hacen del doctor Araújo una figura verdaderamente nacional. Sus merecimientos han sido conquistados, sobre todo, en un campo que tiene la apacibilidad que sigue al beso de las grandes tempestades: en el de la instrucción; campo donde se yergue la cristalización de la ingratitud, campo donde se dilata en una sombra inmensa la silueta de la envidia, campo donde el dolor arroja sus espinas más punzantes, pero campo que sublimiza, campo que lleva susconquistas en luminosa aurora hasta el corazón de la inmortalidad.

Sólo la instrucción salva a los pueblos, sólo ella es capaz de atravesar, en los momentos de angustia, los horizontes turbios para ahuyentar de ellos el rayo de la guerra, de la miseria y de la esclavitud. Sólo ella es capaz de hacer agolpar en tropel todos los dones de la civilización sobre el alma de un pueblo; con sólo el abrazo de la instrucción basta para que un país despierte en la inmortalidad. Levantar la instrucción es levantar la libertad y levantar la libertad es marcar para la Patria un derrotero de prestigio y de poder.

El doctor Araújo es uno de los herederos más auténticos de aquella pléyade que dio en los claustros tántos días de gloria a la República. ¡Manes de Ezequiel Rojas y Eustaquio Álvarez, de Rojas Garrido y de Santiago Pérez, de los Mallarinos y de Pinzón, de los Arrietas y de los Contos, de los Murillos y de los Ospinas!

¡Cuánta admiración nos merecen los que, como el doctor Araújo, trabajan de espalda a los aplausos y sólo buscan el cumplimiento del deber!

Tratar de diseñar en estas líneas nuestro cariño por el doctor Araújo sería tan difícil como copiar en el fondo de la noche, toda la pujanza de una primavera; pero no es

necesario: él sabe que nuestro cariño es intenso y que nuestra admiración ante su egregia figura es no sólo de discípulos sino también de colombianos.

(1916). Jorge Eliécer Gaitán.

El Colegio de Araújo

Hace tres años, no sin temor por la fama que le acompañaba, llegamos a tomar clases al colegio que dirige el doctor Simón Araújo. Presentados a él, nos encontramos ante un caballero de maneras exquisitamente galantes. Y fuimos tomando ánimo cuando le vimos levantarse, dirigirse hacia nosotros y colocar cariñosamente su mano sobre nuestros hombros animándonos de mil encantadoras maneras en la tarea verdaderamente imposible, de ser estudiantes de envidiable aplicación.

Al día siguiente, llenos de aquel azoramiento que acosa a los que por primera vez llegan a un colegio, penetramos a la clase. El maestro explicaba; nadie se movía; todos atendían en una quietud, en un silencio a que no estábamos acostumbrados. Pero bien pronto comprendimos que no era el temor el que inspiraba aquel respetuoso silencio, nó. Era la magia de las cálidas palabras del maestro; era el interés profundo que lograba él despertar en sus oyentes; era el sincero amor que le profesaban sus discípulos.

En el panorama de siniestra severidad que nos habían bosquejado los que nada quieren dejar en su puesto de realidad, sólo aparecía entonces para nosotros un espíritu de refinada bondad y delicado cariño, que había de ser más tarde nuestro estímulo y nuestra esperanza, nuestro entusiasmo y nuestro ideal.

Ya más posesionados del campo, fuimos inquiriendo todos los datos sobre aquel establecimiento. ¿Quién hace clase de siete a ocho?, le preguntamos en alguna ocasión a un compañero. Araújo, nos respondió, y también todas las horas seguidas del día escolar. Imposible, nos dijimos; nada hay tan rudo, tan fatigante, tan fuerte, como enseñar. Y no es esto para mostrar de cuerpo entero la consagración de Simón Araújo: cayó a cama en determinada ocasión y los médicos le recomendaron la quietud; al día siguiente el pasante avisó a los alumnos que debían pasar a la habitación de nuestro maestro con sus útiles de clase. Ya allí, sentados en bancos, colocados alrededor de la cama, dictó su lección; y así mientras estuvo enfermo. Si, quien verdaderamente desee aprender, quien guste de los ejemplos de abnegación en beneficio del deber, que se coloque bajo los auspicios de esos maestros que “cronológicamente pertenecen al tiempo de la férula”.

Y así en medio de las más puras sintetizaciones de bondad, de alteza, de generosidad, de hidalguía, hemos pasado en un deslizar armonioso y delicado algunos años de nuestra juventud en ese querido colegio que tiene todas las cualidades del hogar, todas las enseñanzas de la sabiduría y toda la pasión encendida de un apostolado sin manchas. Así pasan allí sus alumnos; así, al abrigo silencioso y deleitante de ese grande, de ese inmenso corazón de Simón Araújo, así, unidos en el más claro equilibrio de sinceridades y afectos pasan Rector y discípulos.

Así es el Colegio de Araújo.

Jorge E. Gaitán.

 


[1] Miró, Paco. Una hora con el Dr. Simón Araújo. El Tiempo, 28-10-1928. Miró era seudónimo de Eduardo Amaya Rubio.

[2] Entrevista concedida por Gaitán a B. Moreno Torralbo para El Siglo (12-7-1943); reproducida en Documentos para su biografía (1949) y en La autobiografía en la literatura colombiana. Selección y notas de Vicente Pérez Silva, Noticias Culturales, 147, 4-10.

[3] En el Archivo Histórico tenemos: Elementos de Pedagogía. Bogotá: Zalamea hermanos, 1888; Pedagogía doméstica. Bogotá: Arboleda y Valencia, 1913; Libros de lectura. Bogotá: Imprenta Eléctrica, 1912; Gramática de la lengua castellana. Bogotá: Imprenta Eléctrica, 1905.

[4] Entrevista a Moreno Torralbo, citada.

[5] Gaitán firmaba la nota con el seudónimo Cástulo Mendía. Figueredo. (1949). Documentos para su biografía.

[6] El banquete de los antiguos alumnos del Colegio de Araújo a su maestro. Discursos de los doctores Simón Araújo y Fabio Hernández. Detalles de la fiesta. El Tiempo, 7-12-1918.

[7] El examen final de grado tuvo lugar el veintinueve de octubre de 1924. Presidió el acto el rector de la Facultad, Dr. Pedro María Carreño; examinadores los doctores Ramón Rodríguez Diago y el rector, en remplazo de Félix Cortés. Figueredo, A. (1949). Documentos para una biografía. Tomo I. Bogotá: Imprenta Municipal.

[8] Blog del Archivo Histórico de la Universidad del Rosario. La transición Carrasquilla-Castro Silva en el Rosario.

[9] Recopilados por Figueredo, 1949.